La palabra es herramienta, abre puertas y almas, dibuja el mundo que conocemos, porque si algo se parece a la nada es el silencio. La palabra es principio, precipicio y ¿Podremos decir que es final? esa respuesta todavía no nos la ha concedido. La palabra es trasformación, se reconstruye a sí misma, nos recrea cuando la pronunciamos.
¿Cómo pudimos olvidar sus efectos sabiendo que define todos nuestros afectos? el asunto es que aún con todo lo que logra en nosotros, hemos dejado de ser conscientes de lo que decimos, hablamos por inercia y vemos las palabras como meros enlaces comunicativos con el otro, pero se nos pasa por alto que hablar es exponer el alma, dejar salir lo que somos, y entonces por no creer no creamos, ahí es en donde la palabra pasó a ser desencuentro.
Pero en el fondo, nos parece tan importante decir, que soltamos borbotones de palabras al tiempo sin siquiera preguntarnos ¿Qué significa en realidad cada una de ellas? ¿De cuántos sentidos está hecha? ¿Cuántos sentires provoca? ¿Qué parte de mí se fue irremediablemente con ellas? ¿Cómo será la vida después de haberlas pronunciado?
Y si no sabemos que dicen nuestras palabras ¿Cómo pretendemos conocer las del otro? El asunto en realidad va más allá de creer que lo que decimos son simples fonemas aislados, el asunto es saber que nuestras palabras tienen el poder de crear el mundo a su antojo, y que solo quien conoce las magnitud de sus palabras puede penetrar en sí mismo. Entonces ¿Vamos a seguir siendo simple enunciación o nos atrevernos a ser verbo?
@karlisjar